martes, 26 de junio de 2012

Oscilaciones





Mírame tras el vidrio acuoso que se hilvana de pasado
( No puedo decidir)
Efluvios de tu piel atraviesan mi sangre y se vuelven perennes
Emanaciones metafísicas de tu verbo hienden mi carne
Las arterias  vibran y se alimentan del galope de tus manos
Tensionan mis hebras,
Mientras las sombras susurran que todo es en vano

Palpo el tiempo que dilatan las miradas
Tus ojos crepusculares,
caen en mi vientre como una intempestiva cascada
Mis muslos se abren de recuerdos,
Me acerco
 Y difumino la distancia que nos vuelve extranjeros

Agonizo de espera
 De tomarme en serio los gestos,
francesca Woodman
Mientras el circundante vacío me obliga a jugar con los sustitutos callejeros.
El sonido de la noche se acerca
Y  en hondas capas nos da a beber silencio,
Pues ambos sabemos cuán inquebrantables son los desaciertos

domingo, 15 de enero de 2012

Manifiesto infrarrealista (Bolaño)

(Extracto)



Los burgueses y los pequeños burgueses se la pasan en fiesta. Todos los fines de semana tienen una. El proletariado no tiene fiesta. Sólo funerales con ritmo. Eso va a cambiar. Los explotados tendrán una gran fiesta. Memoria y guillotinas. Intuirla, actuarla ciertas noches, inventarle aristas y rincones húmedos, es como acariciar los ojos ácidos del nuevo espíritu.

lunes, 9 de enero de 2012


               Entre buques y estruendos, te siento con la noche y su   nervioso silencio, creo que permaneces en este mismo puerto, aunque la distancia es como un abismo insondable y eterno.  Deseo inmolar mis raíces a tu encuentro, ser  la nube que  atraviesa  tu cielo, convertir mis pies en el oleaje de tus senderos. Pero   soy extranjero, como un árbol que quiere alcanzar la luna y sus misterios. Inerme permanezco, o al menos lo intento, abrazada por los ecos de este cerro,  maldigo la melancolía que voy ejerciendo.
               La noche limpia y lejana que es mi telón, trato de olvidar,  de morder un poco menos de oscuridad. Mi cuerpo permanece mudo, gesticula deseo, sabe a dolor. Se abre  cuando tu pupila permea su contorno,  cede ante los roces temblorosos.
               Declaré con tropiezos lo que sentía, con palabras mutiladas que por cierto temor  mis labios no proferían, buscaban ellas vacilantes asilo en tus sílabas, encontrar una pequeña afirmación en tus mejillas.
               Hay en el recuerdo de estas venas porteñas una declaración de mi sangre hacia tus piernas, pero la disgregación de mi ser era funesta, al  esculpir  tu ausencia  en mi cabellera. Y hoy cuando ya poco queda, no temo a través de las letras declarar  lo que mi garganta mienta:

Disuelvo mis vestimentas,
Para enfrentar el alba descubierta,
Para  gemir el vaso  vacío que hoy dejas.
Dancé con palabras
Lo que la garganta enclaustraba  en sus cuerdas,
Un deseo de cuidar tus raíces
que juntas nuestras ramas fueran eternas.
No pude articular este cariño para que llegara a tus orejas,
Sólo por versos
Puedo dibujar  el  grisáceo devenir
Que me trae tu ausencia.
Me despido de tus violáceos vocablos
De tus taciturno y mohínos  recuadros,
Hoy  trazo un círculo para la protección de tus pasos,
Que la tierra se abra con fortunio para tus brazos.
Hoy   me transfiguro en viento para darte un abrazo,
me convierto en mar para humedecer tus labios,
soy gaviota para  llegar a tus manos,
decirte que la cuna no determina el destino de nosotros  los violentados.
Quiero  que veas las entrañas,
Algo que no logro trazar con mis escasas palabras,
Quiero que sepas que el cariño por ti me gana,
Que te deseo lo mejor,
Donde desde hoy veas el alba.

Gracias por esos tibios momentos en los que hoy permanezco sentada,
Te obsequio una porteña ventana, a la que puedes venir
Siempre que la  vida te parezca honda, negra y desolada.
Una amistad que quizás para ti no es necesaria,
Una pequeña cuerda que no separe aún nuestras miradas.

miércoles, 4 de enero de 2012


Hoy  mi pulmón ha amanecido con una hendidura,  la realidad de ser sólo ceniza, sólo una suave línea de tiza. La mujer sin itinerario, errante de vocablos; esta espera que sabe a lúgubres llanos donde extraños sonidos cantan lo que yo guardo.


-        No vertí bien en ti la palabra,  no declaré lo que florecía en mi espalda, ahora llevo este ataúd  con términos caducos, con versos  que se quedan en mis innecesarios escudos.
-        Si tan sólo fuera otro el escenario y aún no se hubiesen calcinado los actos,  si  con un diálogo pudiese trazar un lazo, si con mis gestos pudiera tan sólo alcanzar tus manos.

Las fisuras son irreparables, la muerte separa a  los amantes, lilas  para cubrir tan opacas tonalidades, un dolor en su pecho que la vuelve agonizante. 

Francesca Woodman









 

lunes, 2 de enero de 2012


Yo me obsesioné con tu rótula,
de tu mirada ausente,
De tu barba desgastada,
De las espinas que brotan desde tu pupila.
Yo no me enamoré de la armonía
Sino de la disección,
De como los amantes  no se atraen por la piel
Sino por las entrañas.
Me desnudo trazando un amanecer lunar,
Una zona de tensión eterna,
Donde el actuar es no decir nada.

Soy una muñeca con huesos helados,
Con contornos transparentes para tu verbo,
Mi memoria es el negro que corroe mis nervios,
Donde lo peor es alimentarse de recuerdos,
Golpeando los muros con sombras y muertos.

Y en el  filoso borde de esta noche,
Recorren mis palmas los escombros
De nuestras húmedas mañanas,
Y ahora esta angustiosa confrontación con la nada,
Con el vacío de las llagas.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Carnicería esquizofrénica.


Escuchas voces y ves  parajes que no existen.

Hoy un autor me susurro que era cuestión de caretas,  de mentiras jugando a ser vendas, que mitigan la soledad, la nada y toda esta pesada existencia  (al menos lo  intenta). 
En mi boca de bailarina muerta, habitan  anhelos desahuciados, deshojados por la navaja del cruel carnicero, quien tomó mi tráquea, mis músculos y nervios para  habitarlos con niebla. Yo soy aquella hoja  que el río no se lleva, la portadora de soledades en sus vertebras, tanto luto para una sola médula, tanto negro proliferado en las células. Mitocondrias  que el insiste en intervenir, citoplasmas contaminados con el silencio de sus manos,  ácido ribonucleico que sintetiza el verbo de sus labios. Son los  ecos que mi torrente sanguíneo lleva enclaustrados.
Pasajero de andenes vacíos, de fantasmagóricos órganos, tú puedes ser  la base nitrogenada: timina, citosina, guanina y yo el conector de fosfato que une los mundos. Pero la carnicería habría de gustarle más a  aquél de impenetrable mirada. Él no era de atardeceres ni de caminatas, él buscaba las vísceras, las entrañas. Él apetecía que la sangre corriera desbocada, que el tubo digestivo saliera por mi garganta. Aquél se encargaría de  infectar mis cartílagos y mi ingle, empuñando su cicuta por toda la  hipodermis.
Presa fácil fue la danzarina de la nada, bebió el anzuelo y fue a parar a sus sabanas, en ese momento justo, cuando se enfrentaban las miradas, él descuartizo su hígado  y   dejó el esófago para devorarlo por la mañana. Ahora, cuentan que aún se ven estos dos fantasmas, la niña y el carnicero deben mantener un protocolo en la sala, ella debe jugar  a que su carne no ha sido talada,  él pretende ser  aquél que jamás insinuó nada.
Cuando al fin del crimen, todos sabemos que la hernia fue de ambas brigadas. Pobres,  habitaban en el bosque de lo incierto, alojados eternamente  en el mal sabor del  pretérito.  

domingo, 27 de noviembre de 2011

Comunión

-       - Padre debo confesar que he pecado, en acto y omisión.
Hoy, sólo me quede sentado mientras en el Congreso se debatía la ley de presupuesto que permite a mis hijos avanzar hacia algún lado, no sé muy bien a dónde, pero a algún lado. Hoy preferí en vez de leer el diario, tirarme en el suelo y gastar mi desesperanza en un cigarro, esperando que el mal sabor se diluya como el tabaco. Padre, el  otro día cuando los muchachos pasaron con las pancartas  por el barrio, yo decidí encerrarme para no escuchar sus cánticos, tanta ilusión me va  desesperando; cómo van a lograr ganarle a los grandes, nosotros los que siempre hemos vivido aplastados. Padre me atormenta haber pecado,  pero sigo ignorando las señales que me muestran mis compañeros de trabajo, abstemio de las huelgas, creo que es mejor agachar el sombrero y habérmelas como pueda, alzar la voz es peligroso, sobre todo cuando no es sólo mi boca la que depende de mis manos. ¡Ay  Padre! yo sé que estoy cayendo en obras del diablo, tanta quietud no puede ser propia del ser  humano, pero el orden es así, ya todos fuimos designados, unos arriba y más arriba y otros siempre abajo. No sé ni por qué me molesto en  articular vocablos de todo este desconformismo y parálisis que me va desgarrando, aconséjeme usted que parece más sabio,  ¿ Cuál es el camino indicado?

-Hijo: No atormentes tu cuerpo que es un templo sagrado. Te absuelvo de todo lo que me has narrado, pero llega a tu casa y descansa frente al televisor, tómate unas cuantas cervezas  hasta que pase ese dolor,  si el desazón del alma sigue dirígete al Mall,  y compra hasta adquirir algún sabor. Si nada de eso funciona  ven a lavar tu conciencia en la comunión, total aquí  una vez por semana jugamos a cumplir un buen rol.