Entre buques y estruendos, te siento con la noche y su nervioso silencio, creo que permaneces en este mismo puerto, aunque la distancia es como un abismo insondable y eterno. Deseo inmolar mis raíces a tu encuentro, ser la nube que atraviesa tu cielo, convertir mis pies en el oleaje de tus senderos. Pero soy extranjero, como un árbol que quiere alcanzar la luna y sus misterios. Inerme permanezco, o al menos lo intento, abrazada por los ecos de este cerro, maldigo la melancolía que voy ejerciendo.
La noche limpia y lejana que es mi telón, trato de olvidar, de morder un poco menos de oscuridad. Mi cuerpo permanece mudo, gesticula deseo, sabe a dolor. Se abre cuando tu pupila permea su contorno, cede ante los roces temblorosos.
Declaré con tropiezos lo que sentía, con palabras mutiladas que por cierto temor mis labios no proferían, buscaban ellas vacilantes asilo en tus sílabas, encontrar una pequeña afirmación en tus mejillas.
Hay en el recuerdo de estas venas porteñas una declaración de mi sangre hacia tus piernas, pero la disgregación de mi ser era funesta, al esculpir tu ausencia en mi cabellera. Y hoy cuando ya poco queda, no temo a través de las letras declarar lo que mi garganta mienta:
Disuelvo mis vestimentas,
Para enfrentar el alba descubierta,
Para gemir el vaso vacío que hoy dejas.
Dancé con palabras
Lo que la garganta enclaustraba en sus cuerdas,
Un deseo de cuidar tus raíces
que juntas nuestras ramas fueran eternas.
No pude articular este cariño para que llegara a tus orejas,
Sólo por versos
Puedo dibujar el grisáceo devenir
Que me trae tu ausencia.
Me despido de tus violáceos vocablos
De tus taciturno y mohínos recuadros,
Hoy trazo un círculo para la protección de tus pasos,
Que la tierra se abra con fortunio para tus brazos.
Hoy me transfiguro en viento para darte un abrazo,
me convierto en mar para humedecer tus labios,
soy gaviota para llegar a tus manos,
decirte que la cuna no determina el destino de nosotros los violentados.
Quiero que veas las entrañas,
Algo que no logro trazar con mis escasas palabras,
Quiero que sepas que el cariño por ti me gana,
Que te deseo lo mejor,
Donde desde hoy veas el alba.
Gracias por esos tibios momentos en los que hoy permanezco sentada,
Te obsequio una porteña ventana, a la que puedes venir
Siempre que la vida te parezca honda, negra y desolada.
Una amistad que quizás para ti no es necesaria,
Una pequeña cuerda que no separe aún nuestras miradas.