Anacrónico deseo de herbáceas albas,
Ella busca y no halla,
Muere entre las vendas de su inquieta infancia.
El cántico arañado
que fulmina el pábulo de su mirada.
Morder las heces de una cuna desahuciada,
Crecer en las itinerantes pantomimas de una casa,
Un sí un no,
una incertidumbre que la ampara,
Las vigas atrincheradas que urdían sus espaldas.
Mecánicas correas en la piel,
Urdir el perdón por el deber,
Ellos desalojaron los pétalos que la verían crecer,
Fenecieron las semillas que guardaba en su hiel.
Iluso deseo de subversivas albas,
Morder el polvo de una tierra pasada,
Establecer la mirada a aquel que trazo tus llagas,
Una bipolaridad teñida en sus infantes mantas.
Unida a mi nombre va la pena que socaba,
Tendones, ingle y un acido indisoluble en la garganta,
Ella adoleció del pecado de quienes la cuidaban,
El silencio que mordió sus piernas,
Por no quebrantar la paz impuesta en la sala.
El decoro de una familia urdida en calacas,
La apariencia puede más que salvarla de la nada,
Ella muerde aún las vendas de su infancia,
Arquea su columna para no desfallecer esta mañana.